Descripción
Francisco Daireaux (Buenos Aires, 1972). Tiene publicado los siguientes libros de poesía: La Tercera Mano (1998, seleccionado y prologado por Elizabeth Azcona Cranwell), Nadando en el espejo, tus ojos / Noctiluca (2008, prologado por Leopoldo Castilla y presentado por Hugo Padeletti y Santiago Sylvester) y Cobaya (2012, Tercer premio del Fondo Nacional de las Artes).
Si nos acercamos a fondo a esta escritura vemos que ese lenguaje en apariencia difícil se utiliza como para distanciar al lector, obligarle a recorrer la distancia necesaria para un conocimiento pleno. Hay que abandonarse a lo que está detrás, es como un juego que esconde una aceptación profunda de las coordenadas vitales en un principio inexplicables.
Elizabeth Azcona Cranwell
Daireaux, con inteligencia, en esta opción entre sentido y sonido, se queda con las dos. Trabaja con un lenguaje lujoso, y se regodea en ese lenguaje lujoso; sin embargo no descuida el sentido, no descuida el aspecto conceptual del poema.
Hay un evidente juego entre lo conceptual y la imagen; juega con el lenguaje sin descuidar la reflexión. Está definiendo su destino de poeta a través de la poesía.Santiago Sylvester
Encontré relaciones con mi poética, mi poesía; la fui descifrando, porque además es compleja y no es fácil la poesía de Francisco, produce en el poema una sensación de no tiempo, una absoluta instantaneidad. Encontré rasgos comunes que son poco habituales, fuertes elementos comunes. El fraseo de Francisco es rítmico. No crea climas emotivos, no prevalecen; prevalece la aserción rotunda, no una única aserción sino más bien una continua contraposición de aserciones, algo sumamente dinámico (su forma es la de la esgrima). Lo cual hace a mi modo de entender que Francisco sea un muy buen poeta.
Hugo Padeletti
El autor va en todos sus poemas encendido entre la celebración y el misterio. Hermoso desafío que enfrenta sin arredrarse. Con el riesgo de quien calza sangre, sentido y vuelo para un alto y encandilado abordaje.
Leopoldo Castilla
[ un poema ]
a veces
el milagro
es eso:
una flor seca hilvanando
su imposible equilibrio
con el dogal del aire,
pareciera querer quedarse
para siempre así,
ahí,
en ahorcada dueña
de su destino;
la vertical funámbula
haciendo equilibrio, también, perpendicular
al suelo,
sosteniendo la filiforme nervadura,
otra vez,
del aire,
para que las dos sean parte
de un mismo mensaje,
anzuelo para un mismo señuelo;
a veces el milagro es eso,
la mundana observación
de lo evidente
y subterfugio
(brecha para el atento,
para el que mira
las cosas
como son y como no,
bifronte, como mínimo, la realidad).