Leonardo Martínez · El barro que sofoca

ISBN 978-987-1541-45-4
11 x 17 cm, 48 páginas
1ra edición junio de 2013
colección poesía

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Descripción

Leonardo Martínez (1937-2016), catamarqueño, nacido accidentalmente en la ciudad de Córdoba. Estudió en la Escuela Superior de Música de la Universidad de Tucumán, institución donde ejerció la docencia hasta 1980, año en que regresó a Catamarca. Su producción poética abarca, entre otros, los siguientes títulos: Tacana o los linajes del tiempo (1989), Ojo de brasa (1990), El señor de Autigasta (1994), Asuntos de familia y otras imposturas (1997), Rápido pasaje (1999), Jaula viva (1994), Estricta ceniza (2005), Las tierras naturales (2007), Los ojos de lo fugaz (2010). Su poesía ha sido traducida al francés, inglés y alemán.

Poeta fundamental de la poesía argentina, Martínez vuelve a expresar la riqueza idiomática de su región, en una proyección universal y humana. Fino erotismo trasmutado en resplandor, palabra necesaria para la emoción y el asombro.

 

[ tres poemas ]

Habla mi tía Antonia travestida en inocente bichito
I
Camino por los pétalos
¿A dónde voy?
Me quedo quieta
escondida bajo una hoja
Pero de nuevo emprendo la marcha
Hago equilibrio en la corola
y me deslizo hasta el centro
¡quiero subir al polen!
¿Ahora qué vendrá?
Destello y reverbero
el precipicio me espera
¡Pido que me amen
con el amor de los iguales en el reino!
Es mediodía y se me acaba el tiempo
El abismo abre su boca
En su ligera transparencia
me dejo caer

II
Y se deja caer en el agudo relámpago del sueño
Por primera vez el tiempo le pertenece
Ojos vaciados de mi tía Antonia
ojos abismos de un perpetuo nacer
ojos furor clamor goznes playas
ojos con los óxidos de centurias apagadas
ojos cobres magníficos
ojos que conservan la simiente del rayo
ojos-enjambres con los infinitos nombres de dios
ojos en los que descansan y procrean
[ los precipicios
ojos-báculo y extremidades del principio
ojos de las aguas libres
ojos contra el tiempo

El árbol
Hacían falta cuatro de nosotros
para abrazar el tronco
de aquel algarrobo erguido
en medio del potrero
Mama Encarnación aseguraba que sus abuelos
alabaron la sombra tupida
el placentero estar bajo su brisa
Tata Manuel ya lo contempló irse pausado
por el aire
Después cada uno de ellos emprendió su viaje manso
Los tataviejos y las mamaviejas hicieron lo propio
El árbol tenía su tiempo
lento en morir parecía
Parsimonia de anciano me digo
Mientras
padre y madre anochecieron
Ahora el follaje del árbol
es un abanico alto y ralo
incorpóreo en mi mente
Vida en la imaginación
le dicen
Vivero de una futura arboleda
aseguro